Artischock

Memorias, crónicas y declaraciones de amor (por el arte). Blog de Leticia Obeid

2009/04/21

Las preguntas del fondo

Sobre Ficción encendida, de Julia Masvernat y Marcolina Dipierro, Centro Cultural de España en BA, febrero-abril 2009.




Que interpretamos lo que percibimos a través de pares dicotómicos como figura y fondo, forma y contenido, abstracción y figuración, objeto y sujeto, no es ninguna novedad. Una línea recorre todo el arte del siglo XX, intentando reformular y explotar estos conjuntos binarios, con diferentes estrategias y actitudes (festivas, heroicas, irónicas, científicas), desmenuzando una problemática profundamente filosófica a través de un señalamiento y un ataque, simultáneamente. La tarea, lejos de haber concluido, reaparece una y otra vez en el hacer del arte contemporáneo. Ficción encendida, sin embargo, no toca el tema de costado: lo atraviesa.
En una sala donde la única luz proviene de unos proyectores conectados a computadoras, vemos una serie de formas que se mueven sutilmente al paso del caminante; recortes de papel tramado cuelgan desde el techo, haciendo sombras en las superficies de la sala, mezclándose con otras sombras, cambiando de color, modificando el propio con la luz, en una mutación lenta pero irreversible. El artificio está a la vista, no hay trucos misteriosos ni apabullantes, no hay escondites; se ven las tanzas, se ven las máquinas, nos vemos mirando dentro de un espacio que no es plano aunque está construido de planos de color, nos vemos ocupando el espacio porque nuestras sombras forman parte del paisaje, modificado por la presencia de cada uno y, en el movimiento de las proyecciones, vemos también el paso del tiempo. Si bien podríamos pensar en los recursos del cine (un cine maravilloso, a 360 grados), el sonido no se encuentra como una propuesta invasiva ni totalitaria, sino en unos auriculares que cuelgan, como las figuras de papel. En ellos, el sonido del ambiente fue grabado con un sistema binaural que logra reproducir la manera en que el oído humano percibe, logrando una sensación tridimensional muy fuerte. Fernando Boto Ardouin, el músico invitado, mezcló esas tomas con la idea de generar un paisaje sonoro nuevo a partir de la acústica del lugar, el espacio dentro del espacio.
Marcolina Dipierro y Julia Masvernat se conocieron realizando esta experiencia, viniendo ambas de una búsqueda previa con muchos puntos de contacto: los bordes entre figuración y abstracción, orgánico e inorgánico, bidimensión y espacio, ilusionismo óptico, las tensiones entre lo artesanal y lo digital, fueron algunas de las problemáticas que exploraron en sus trabajos anteriores. Las intervenciones lumínicas de Dipierro en diversos espacios, como el MACRO de Rosario (“Sin título”, 2007), series de acuarelas que imitan el juego espacial de la luz, la escenografía de la obra de teatro "Monoambiente" de Vega - Naón - Setton, en el 2002, sus animaciones con programas vectoriales, 3D y renders en tiempo real, o sus dibujos de líneas acumuladas que van erosionando el soporte hasta que no se puede distinguir la figura del fondo, podrían dialogar con los interactivos digitales de Masvernat, como “Luciérnaga sonora” o con el teatro de sombras “La rebelión de los artefactos”, sus objetos de madera pintada o las proyecciones de diapositivas que, a la manera de proto VJ suele hacer desde hace años con Dina Roisman. Las dos reconocen referentes en las construcciones lumínicas de James Turrell, la pintura de Roberto Aizenberg, y en las obras de los concretos argentinos y brasileros, así como en el espíritu lúdico de Helio Oiticica, al que se acercan en la actitud de replantear los términos de la recepción con una increíble austeridad de recursos.
Esa voluntad de juego con la representación también está presente en Ficción encendida, donde la colaboración fue intensa y diluye los límites entre las contribuciones de cada una. Pareciera que para lograr esta obra ellas hubieran primero descompuesto en partes sus propios universos poéticos, poniendo cada elemento a trabajar en toda su desnudez: aquí la luz, allá el color, más allá el papel, al fondo una pared y a ver qué pasa. Este ejercicio se ve también en la apertura del espacio de muestra a otros participantes: a lo largo de la exhibición fueron invitados otros artistas a usar el lugar para diversas actividades que fueron modificando la obra. Una performance de Zoe Di Rienzo, leyendo su libro Virazón –una historia hipnótica cuyo punto de partida es la historia de una casa, su estilo, la relación entre ella y sus dueños- ; un recital acústico de Paula Maffía y Natalia Gavazzo, con la consigna de lograr arreglos a partir de las sensaciones que la instalación genera; un taller de escrituras breves a cargo de Diego Posadas, donde uno de los objetivos es incorporar esas caligrafías al espacio; una biblioteca de textos para llevar, fotocopiar o leer en un blog que funciona para alojar la documentación de la experiencia (http://ficcionencendida.wordpress.com).
La muestra forma parte de una propuesta de la curadora del CCEBA, Laura Spivak, que decidió modificar el programa de sala para este año, al orientar el uso del espacio expositivo a proyectos que no pasaran sólo por las elecciones de los curadores invitados sino que surgiera también de la iniciativa de los artistas, propiciando un uso proyectual y experimental del espacio. En ese sentido, esta propuesta de Masvernat y Dipierro, si bien es el fruto de un trabajo intenso de estudio y planificación, sólo podía ser realizada y completamente ajustada en el período de montaje, sólo ahí fue posible constatar las hipótesis previas. Y en nuestro panorama artístico, donde el factor riesgo se intenta minimizar todo lo posible, este trabajo resalta por lo contrario: sin estridencias ni solemnidad, Ficción encendida plantea un viaje perceptivo donde las preguntas y las respuestas van cambiando de foco hasta perder su identidad, como en la copa de Rubin -ese célebre descubrimiento de la Gestalt, que se sigue usando en los manuales escolares. En este silencioso intercambio entre los polos, el número deja de ser par y se vuelve múltiple, el artificio del escenario se señala para que la realidad de la percepción muestre, una vez más, su fuerte carácter ficcional.

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